El sobrecualificado cree la ausencia de actitud se puede paliar con estudios

La gran mentira de la ‘sobrecualificación’

Estar cualificado para un trabajo conlleva, en mi opinión, varios aspectos:

1) Tener los conocimientos adecuados para desempeñarlo
2) Conocer las buenas prácticas que llevan a trabajar de forma eficaz en ese ámbito
3) Ser buen compañero y saber trabajar en grupo o de forma individual en según qué caso
4) Saber expresarse con un cliente sin comprometer la imagen de la empresa
5) Ser eficiente en cuanto al empleo de recursos procedentes de la empresa
6) Acabar un trabajo en tiempo y forma según los requisitos de cada momento

Hay más cosas, seguro, pero con éstas ya nos daríamos unos cuantos con un canto en los dientes. Por eso me deben permitir reírme de la tan cacareada “sobrecualificación” existente en el mercado laboral español.

Cuando a mí me llega un currículo de alguien que tiene demasiados estudios y poca (o ninguna práctica) no me preocupo más que por cuál será su actitud a la hora de aprender. Si en la entrevista, a los cinco minutos, veo que no comprende que el papel de mi empresa será ayudarle a estar cualificado (y cree que ya lo está) entonces ninguno de los dos debe malgastar su tiempo.

Solo deberíamos lanzar una sencilla reflexión: si él está sobrecualificado, ¿por qué no está trabajando? ¿Por qué no se ha creado su propio trabajo? No digo que se haya convertido en “emprendedor” (no creo que todo el mundo sirva…) sino que haya sido capaz de hacer una verdadera “demo” donde se muestren sus capacidades derivadas de esa “sobrecualificación”.

La triste realidad es que tenemos un país lleno de sobrecualificados con faltas de actitud y de ortografía. No sé cómo puede haber profesores —y me da igual que sean de ciencias o de letras— que den títulos universitarios a personas que no saben poner tildes, por citar solo una de las muchas carencias de algunos sobrecualificados.

Una de mis frases más impopulares es que “no hay ningún profesional realmente bueno que, con salud, esté sin trabajar”. Ni uno solo. No los conozco. Todos están hasta arriba de trabajo. Con alguna salvedad en sectores azotados por la crisis con especial dureza (véase “Construcción”), el compañero que ya era un buscavidas durante la época universitaria ha sido el único superviviente en su agencia de publicidad cuando han echado hasta al apuntador.

La sobrecualificación puede ser una bendición o una enfermedad. Si quien la padece la tiene sin haber hecho más que estudiar, tenemos un problema difícil de resolver; bendito aquel que la sufre tras un largo aprendizaje, épocas de salarios reducidos que enseñan a valorarlo todo mucho más y horas extra sin preguntar por cuánto valen. Por desgracia, el verdadero sobrecualificado se está marchando. Se va fuera a aprender porque la empresa española, como media, no le da bola.

Por último, el sobrecualificado de verdad tiende normalmente a ser un intraemprendedor (si es que no monta su propia empresa). Propone soluciones, crea pequeños equipos, los motiva, los forma y, sobre todo, es humilde. El sobrecualificado tiene una sonrisa en su cara el 75{a31a598c08b97e04c471714f0e9a9135ffea9d13036728f66bee3f63eed82732} del tiempo, no está siempre amargado, no se levanta con mala leche y cree que todo obstáculo se puede superar. El sobrecualificado no necesita leer 20 libros de autoayuda para decir en voz alta “¡Sí, se puede!”.

Y tú, ¿estás sobrecualificado?

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La gran mentira de la sobrecualificación
Descripción
Miles de jóvenes creen que no encuentran empleo porque tienen demasiados estudios. Es falso. No lo encuentran porque falta, en muchas ocasiones, actitud.
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