Cinco momentos en los que el Periodismo eligió el peor camino

El periodismo vive uno de los mejores momentos de su historia. La enorme incertidumbre creada en torno a…

…su modelo de negocio.
…la creciente competencia de los bloggers especializados y periodistas nativos digitales.
…la desaparición paulatina del papel.
…la aparición de decenas de nuevos canales.
…la función de la figura del periodista.
…la formación necesaria para ser periodista.
[ponga aquí lo que proceda]

…ha sido suficiente para crear un panorama de redefinición total del oficio.

Cambios constantes e incertidumbre son dos constantes en el periodismo de los últimos 25 años.
Cambios constantes e incertidumbre son dos constantes en el periodismo de los últimos 25 años.

Durante muchos años pero, especialmente, en la última década, el periodismo ha cavado varias tumbas en las que ha ido colocando lápidas con distintos epitafios.

“Aquí yace el Periodismo, víctima de Internet”
“Aquí yace el Periodismo, víctima de los bloggers”
“Aquí yace el Periodismo, víctima de los empresarios periodísticos que no tenían ni idea”
“Aquí yace el Periodismo, víctima de la tecnología”
“Aquí yace el Periodismo, víctima de sí mismo”

De todos, me quedo con el último. Pocos colectivos han sido tan torpes decidiendo su futuro como el nuestro.

¿Exagerado? Veamos algunos hechos relevantes de los que he podido ser testigo de forma directa o indirecta y que, a buen seguro, os sonarán a muchos. Podéis imaginarlos como títulos para películas de miedo bastante reales.

1) Internet, el oasis sin agua para el Periodismo

A mediados de los 90 se inició un éxodo masivo de los medios hacia Internet. Regla general: lo mismo que vendemos o monetizamos lo ponemos gratis en la red.

A las empresas periodísticas -y, específicamente, a los periodistas- les prometieron un oasis lleno de audiencias, inmediatez y posibilidades inéditas hasta la fecha.

En un lapso no superior al lustro todas las cabeceras estaban en Internet. Los más avezados pronto se dieron cuenta de un problema: el oasis no tenía agua y, encima, estaba creando una gran contradicción: ofrecer gratis en una pantalla aquello por lo que se cobraba en un quiosco.

No os preocupéis, que estamos trabajando en la monetización”, aseguraron aquellos gurús que, casi 20 años después siguen, como Aznar, «trabajando en ello».

Para colmo, en Internet pagas más mientras más éxito tienes. A mayor audiencia, más ancho de banda, servidores, etcétera. Eso sin contar con que llegó un momento en el que no sirvieron los redactores “recauchutados”, sino que hubo que sacar la chequera para contratar a los que, presuntamente, controlaban en esto de Internet y sabían Flash (¿Os acordáis?), editaban vídeo, etcétera.

Todo esto sumado al crecimiento de audiencia derivado de la penetración de Internet -primero en los hogares y después en los móviles- derivó en que tener una edición digital era algo así como permitirse un Rolls Royce para los medios tradicionales: Algo caro, que no dejaba ingresos pero donde había que estar sí o sí.

Por descontado, había que estar en Internet. El problema es que se eligió el camino equivocado.

2) El fantasma del hombre orquesta

A principios de la década pasada, muchos periodistas de la vieja escuela comenzaron a crear su propio “Sacamantecas”. Lo vistieron de muchas formas pero, básicamente, se trataba de un chaval joven que cobraba poco y sabía hacer de todo.

Editaba vídeo, escribía como Dios le daba a entender y lo que no sabía lo buscaba en Google. Y todo por 1.000€/mes en el mejor de los casos. Un crack, oigan.

“Cuidado con él”, decían los veteranos.

“No es un periodista”, comentaban otros, señalándole como si aquel ‘friki’ pudiera mutar en otra cosa.

“¿Has visto cómo escribe?”, criticaban aquellos que no recordaban dónde habían dejado el último Pulitzer.

El caso es que el chaval sacaba cada día mucho trabajo adelante, protestaba poco y se centraba en aprender. Mientras tanto, el resto del equipo seguía pensando que era un alien -aplaudido por los directivos- destinado a destruir la profesión desde dentro.

En lugar de aprender de él y, al mismo tiempo, enseñarle a ser mejor periodista según los «cánones», no hicieron más que luchar contra esa figura.

Pero, ¡ojo! Todavía podíamos estropearlo más. En lugar de establecer un plan de convergencia salarial, se estableció el desnivel sine die. Ni pensado por tu enemigo. Dos niveles salariales en un mismo entorno en el que, además, los que están cobrando menos son los que están dedicados a la apuesta de futuro. ¿Me lo explican? No tiene explicación.

3) El Purificador

Los arquitectos, los médicos y un sinfín de profesionales han tenido que abrazar la tecnología como forma de mejorar sus profesiones y, también, como modo de supervivencia.

¿Alguien se imagina a un arquitecto diciendo “Yo paso del Autocad, lo mío es la creación estética sobre un escritorio de madera”? No, ¿verdad?

¿Pensáis en un médico que prefiriera imaginar qué ocurre dentro del cuerpo del paciente “porque la máquina de resonancia es complicada”?

¿Veis a un …? Vale, ya paro.

Muchos periodistas, sin embargo, sí se agarraron al “Yo soy un creador” y al “Esa máquina es compleja y no aporta nada” para dar de lado a la innovación tecnológica.

¿Resultado? Miles de profesionales que rozan los cuarenta años y son casi analfabetos digitales. No saben editar vídeo, audio, trabajar con Youtube o buscar eficientemente en Google.

Y, claro, ya ni siquiera les queda aquello “¡Pero mis contenidos son de calidad!”. Miles de bloggers han demostrado que se pueden contar historias fenomenales sin tener una carrera universitaria.

Sobre la inutilidad de los estudios de Periodismo -por caducos, ojo- hablamos otro día.

4) Google el Destructor

Por si no nos habíamos disparado bastante en el pie, decidimos que quien nos trae visitas debe pagarnos.

Imaginad una discoteca de Benidorm con decenas de comerciales intentando que entres a consumir. Ahora imagina que la discoteca, en lugar de pagarle al chaval por haber conseguido enredarte para que entres a tomar el chupito gratis, le pide que pague.

Pues eso es lo que le piden los editores españoles. “Google, págame por traerme visitas, generar impresiones en mis páginas y que eso derive en ingresos. Malo, que eres muy malo”.

Es triste ver ese pataleo y, peor aún, quien lo sigue justificando. Solo denota una ignorancia extrema en el negocio y en los hábitos de consumo de los lectores.

5) Las gilinoticias al peso

De todos los factores, creo que uno de los que más daño hace es el de la gilinoticia.

Ahora todo vale para conseguir un clic porque hay que traer visitas. Primero traspasamos el terreno del buen gusto, después empezamos a enseñar tetas en cualquier sitio, añadimos cotilleos de quien sea y, si puede ser, pongamos titulares que llamen la atención. Pero queremos ser muy dignos!

Una vez que tienes tu clic orgásmico, ¿qué ocurre? Pues que has puesto tu firma en una puta basura. Y ya sabes que la credibilidad tarda mucho en cimentarse pero se destruye de un golpe. Si alguna vez te quieres ir a otro medio y al director le da por googlear, verá tus obras maestras. Eso sin contar con que debe ser difícil dormir cuando tus trabajos giran en torno a esos temas tan interesantes como la celulitis de Shakira o el primer baño del hijo de Íker y Sara.

Hay alguien peor que el periodista que escribe gilinoticias: El que escribe muchas. Alguien dirá que hay mucha gente que las lee. Claro, y hay cocainómanos porque alguien vende coca, y gente que dice que «Sálvame» es muy entretenido. ¿Eso lo justifica todo?

¿Lo peor? Cuando se mezclan varios de estos 5 puntos. Y eso, por desgracia, ocurre en la mayoría de los medios.

Ha habido otros muchos momentos históricos que han definido la situación actual. Casi todos ellos han estado guiados por el miedo y, dicho sea de paso, por trabajar lo justo en lugar de dar el callo para hacer un negocio que estuviera protegido por su coherencia, solidez de base e indiscutible valor social.

Resumen
Título
Cinco momentos en los que el Periodismo eligió el peor camino
Descripción
Reflexión sobre 5 momentos históricos en los que los periodistas o los empresarios eligieron el camino incorrecto para la empresa informativa. Internet, pagos a Google o la ausencia de formación tecnológica, entre los factores decisivos
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