Mi agradecimiento por el XXI Premio de la Comunicación de la APS

A continuación os reproduzco el pequeño discurso que di ayer en la Fundación Cajasol:

Muchas gracias a la Asociación de la Prensa de Sevilla por concederme este premio y gracias también a los compañeros que decidieron presentar mi candidatura. Todos los reconocimientos son bonitos, pero cuando vienen de tus colegas de profesión son aún más valiosos.

El premio reconoce mi trayectoria como periodista emprendedor. Una trayectoria a la que, realmente, me vi impulsado por la curiosidad y, por qué no decirlo, por la necesidad de fabricarme un trabajo para salir adelante. 

Vienen a mi cabeza muchos momentos del pasado. Uno de ellos arranca con una gran máquina azul con olor a tinta que estaba en Cardenal Ilundáin, la antigua sede de ABC. Allí me llevó mi padre cuando yo apenas tenía cinco años a conocer mi primera rotativa. Y la primera rotativa, como el primer viaje en tren o el primer beso, nunca se olvida.

Esa máquina dejó impreso en mi retina el mismo amor por un periódico que ya profesaban mi abuela Rosario, mis tíos Antonio y Pepe y mi propio padre. Probablemente la historia de este premio comienza hace varias décadas. Y lo hace con mi abuela acudiendo a trabajar como cocinera a la casa que tenía Don Guillermo Luca de Tena en la Avenida de La Palmera.

Decidí ser periodista y, sin pretenderlo, cerré ese círculo que comenzó a dibujar mi abuela. Pero mi curiosidad nunca murió en la Redacción de un periódico, o de una emisora de radio, como aquella de Canal Sur donde hice mis primeras prácticas allá por 1999.

Internet causó en mi una absoluta fascinación desde aquel primer encuentro en la Escuela de Ingenieros de Sevilla, allá por 1995. Hoy me parece la Prehistoria. No existía Facebook, ni Twitter… Ni siquiera Google… Incluso Arrakis, de aquí de Sevilla, estaba por nacer.

Internet, como aquella primera rotativa, me agarró el alma.

Mi padre, exagerando un poquito, pero con mucha razón en el fondo, me había dicho con seis años aquello de “los próximos analfabetos serán los que no sepan inglés e informática”. Bien por miedo, bien por curiosidad, por suerte para mí le hice caso. Comencé a programar, a diseñar, a buscar la inspiración en otros países sin moverme de mi habitación…

Y no por ello dejé de ser periodista. Cuando maquetaba periódicos, hacía infografías o editaba vídeo lo hacía con criterios informativos. Mientras diseñaba y programaba portales web pensaba en el lector y en quien iba a escribir. Ahora creo productos para Twitter o construyo redes sociales y siempre tengo en mente la importancia del contenido, su disposición, su estructura…

 En 2006 tuve la suerte de embarcarme en el proyecto de El Desmarque. Montamos aquello con mucha ilusión y cuarenta euros, que era lo que costaba contratar un servidor durante un año. Nos duró una semana, el tiempo que tardamos en superar las 10.000 visitas diarias. Seis años después hay cinco sedes, cuarenta y tres profesionales elaborando información y un hecho contrastado: emprender no es cuestión de dinero, sino de visión y trabajo duro.

 Con Moodyo y Twissues tuve que poner de mi bolsillo todo lo que tenía y lo que no tenía, y gracias a eso reuní al mejor equipo del mundo. El que me ayuda a diario a hacer crecer mi sueño. Ese sueño que hoy comparto con Alex, Lolo, Migue, Espe, Megan y Amparo, y que arrancó con la visión de una rotativa, creció con el amor por Internet y, lo mejor, ¿quién sabe cómo acabará?

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