Han pasado muchas cosas desde que Álex vio el primer diseño de Moodyo en mi oficina un día de enero de 2010 y me dijo “Yo quiero participar en esto”. Por concretar un poco, hemos tenido 7 versiones distintas, unos cuántos planes de negocio, cuatro personas -entre ellas yo- que abandonaron sus trabajos fijos, una primera ronda de financiación (con sus dolores de cabeza), una inversión de todo lo que yo tenía y lo que no tenía, dos cambios grandes de modelo de negocio y mucho, mucho, mucho estudio por las noches. Mi equipo no lo sabe todo, pero todo lo pregunta, lo apunta y, al final, lo intenta mejorar.
Si Moodyo no sale adelante por inteligencia, lo hará por cojones (con perdón) y por horas de sacrificio. De verdad, este equipo merece llegar lejos.
Por eso cuando he visto que hay un premio en Web Summit para la startup que trabaja más duro he pensado que teníamos que ganarlo. Sería un reconocimiento al enorme esfuerzo que llevamos realizando desde hace ya muchos meses un grupo de locos que creemos que se puede cambiar el comercio electrónico y algunas cosas más.
Mi equipo nunca protesta por trabajar más horas de lo normal, y raro (muy raro) es el día que no pasamos de las 10-11 horas en la oficina. Hoy, por ejemplo, hace 14 que comencé a teclear y diseñar. Los fines de semana para mí no existen desde hace muchos años y este verano ni siquiera he puesto un día el “Auto Responder” del email para decir que estoy “Out of office”. Moodyo es una mezcla de ideas, ganas, necesidad de hacer algo útil, pizcas de genialidad, capacidad para saltar obstáculos y trabajo, muchísimo trabajo, así que este premio tiene que ser nuestro.
Este año hemos ido dos veces a Nueva York a enseñar nuestro proyecto, a aprender y a ponernos los dientes largos con la cantidad de millones de dólares que se reparten allí las startups. E Iremos una tercera antes de Navidad porque creemos que hay que estar allí, porque tenemos partners esperando noticias nuestras y porque nuestro sueño continúa.
Sería injusto decir que lo merecemos más que nadie. Cuando has visto los ojos de un emprendedor brillando al contar su historia a un inversor solo puedes desearle suerte por loca que te parezca su idea. Es increíble las fuerzas que se sacan para contar, con más ganas si cabe, tu historia a otro business angel o VC, cuando un rato antes te han dicho que no van a invertir en tu idea. Pandora o Buffer contaron más de 150 veces su historia antes de que alguien metiera dinero en ellos.
Por eso, y porque este premio no solo reconoce las horas delante del teclado, sino también las de desvelo, las de ignorar a tu familia, y las que pasas maquinando nuevos argumentos para mejorar la próxima presentación, os pido el voto para mis compañeros. Ellos lo merecen todo. Si ganamos os lo dedicaré a todos el 30 de octubre en Dublín; si no lo hacemos os doy las gracias por haber leído hasta aquí y apoyarnos.
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