Nueva York, agosto de 2008. El autobús cosmopolita en el que me monté hace poco más de dos horas deambula por el Barrio Hispano. Estoy inmerso en la excursión “Contrastes”, así que no presto apenas atención a la voz del guía mexicano que lleva dando la lata —e inventándose datos— desde que comenzó el periplo. De repente, una frase rimbombante me saca de mi reflexión…
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