«Ya no se puede ver televisión en familia». Con su voz de abuelo y los ojos brillantes, Miliki contestaba así, hace pocos años, a quien le intentó meter los dedos preguntándole por la telebasura sin comillas.
Mis primeros recuerdos ante el televisor arrancan en la época de “Los Payasos de la Tele”. Mis cejas apenas sobrepasaban la mesa de camilla y mis piernas no llegaban al suelo. Pero mi “¡Bieeeeeen!”, como respuesta al “¿Cómo están ustedes?”, llegaba a la primera planta de mi bloque de pisos. Gaby, Fofito y Milikito le acompañaban en un espectáculo que, aún hoy, gracias a Youtube, me sigue pareciendo una obra maestra del entretenimiento para niños.
La familia Aragón supo siempre ver el contenido de la caja tonta de una forma clara: entretener a la familia entera, junta, sentada en el sofá, en la mesa de camilla, en el piso de la playa donde amontonábamos colchones para dormir y los primos nos dábamos codazos comiendo bocadillos de Nocilla durante la merienda.
«Los Payasos de la Tele» representa mi primer recuerdo de «Televisión Interactiva». Miliki no nos oía, pero intuía que millones de esos pequeños, que hoy somos «sus niños de 30 años», nos desgañitábamos por responderle desde casa. A un «¡Hola don Pepito!», le sucedía un «¡Hola Don José!» y así con todas aquellas canciones participativas sin las que un cumpleaños no era -ni es- un verdadero cumpleaños.
Hoy Miliki se ha ido el cielo de los payasos, así que es el momento de quedarnos con los sabios mensajes del abuelo Emilio Aragón. A lo mejor una buena forma de empezar a arreglar un país inmerso en una crisis de valores es volver a hacer televisión que se pueda ver en familia.